Nos llamamos para no ser (intento pueril de versolibrismo)

 La nada suspira

No hay tiempo que estalle más que los desasosegados pensamientos del ayer, hoy sujetos a la anemia corporal, al desvanecimiento, a la melancolía.

In Memoriam.

Demasiados años en el anclaje de la frustración y la caída.

El destino impuso la tiranía de lo imposible.

Ver como a su rostro le sentaba bien soñar, liberarse del miedo y luego, tras las horas del bien, desmantelarle.

"Oniria encuentra a Insomnia", siguiendo la canción de ˝LOL˝.

Y sí, no existía Pink Floyd ni el cine de 1972. Nadie debía verle junto a la neo-jerónima "peor de todas". A eso se sumó el decaimiento inexplicable de Alexander Magnus tras su ímpetu guerrero e intelectual en los dominios de Persia. Aristóteles y Marte sumieron al bello joven en la alienación de un estudio insostenible. Cayó y la herida le tuvo convaleciente. El amor incondicional de Olimpia de Epiro y Filipo II debían estar allí. Eso era irrefutable. Mas luego, cuando su esencia humana volvió a la soledad de su estancia, tampoco quiso alcanzar la gracia del casino. Rodolfo Roth no le hacía ilusión, solo reparaba en la vaga idea de una casa incómoda a la cual no quería ir. Por eso prefería no hablar del arribo inconcluso, desconocido, desierto. Solo telefoneaba para enarbolar la clausura, el desprecio, la no llegada. No existía la concordia. No habían señales del "dextrarum iunctio" tras la agonía del latido.

Entonces el atropello por medio del decir hiriente fijaba el coloquio a dos voces, el desnivel de la pena desbordaba lo razonable, los cristales de la rotura culminaron en el punto del no retorno. 

Ser testigo de la forma en la cual el enojo y el maltrato desorientaban a "los amorosos" de Sabines, supuso el desconcierto para quien escribe sobre la poiéin y el ars.

Intento imaginar si la vocación a la otredad significa no relacionarse con esta. 

En cuanto a la forma de su rostro, al recordarle explicito que la música nació para alabarle. Violeta y Silvio cantaron a su redención, Venus y Apolo a la belleza que le instaura, y el Olimpo le regaló la maravilla de encarnar el amor universal. Sé que sin la ventana en la cual se posa Atenea, su ternura no existiría. El nido, el retoño, la cercanía al mar, Imago Mundis.

Y luego, en el más allá, cavilo en la existencia del daimon o el furor platónico.

¡Cuánto sentimiento desgarrado por la entropía, por la descoordinación, por la antítesis exegética, por la falta de tino!.

¡Cuánta frase malograda azotando la conciencia!.

En el fondo, sus corazones solo querían habitar en la aurora de los tiempos, en "La Danza" de Matisse, en el sino inequívoco de la unión, en el adagio de lo absoluto, en la historia inenarrable de la reencarnación, sintetizada en la cita a Valentina y su censurada frase "de eternidad en eternidad".


V.K.


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